domingo, 12 de mayo de 2013

No soy una tipa complicada de delicado paladar, cualquier hombre es mi hombre, cualquier cuarto de hotel mi hogar. Puedo dormir en cualquier lado, a veces solo a veces no, a veces pongo, reservado el derecho de admisión. Y digo adiós, adiós, adiós, cierro la maleta y pido un taxi para la estación, cuando unos labios amenazan con devorarme el corazón, enciendo la señal de alarma y escapo en otra dirección. Si nos cruzamos por la vida no me preguntes dónde voy, mira mis ojos y adivina, lo que busco y lo que soy. No importa que cierres la puerta, me gusta entrar por el balcón, al día siguiente dejo el hueco de mi huida en tu colchón.
De sobra sabes que eres el primero, que no miento si juro que daría por ti la vida entera y sin embargo un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera. Mitad arrepentida y encantada de haberme conocido lo confieso. Tú que tanto has besado, tú que tanto me has enseñado, sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado, los labios del pecado. Porque una casa sin ti es una embajada, el pasillo de un tren de madrugada, un laberinto sin luz y vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada. Y me envenenan los besos que voy dando... y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño, y con todos si duermes a mi lado. Y si te vas me voy por los tejados, como un gato sin dueño, perdido en el pañuelo de amarguras que empaña sin mancharla tu hermosura. No debería contarlo y sin embargo, cuando pido la llave de un hotel y a media noche encargo un buen champagne francés y ceno con velitas para dos, siempre es con otro amor, nunca contigo.