domingo, 20 de octubre de 2013

Soy adicto a todo lo que ustedes puedan imaginar. Deseo a la mujer del prójimo y al prójimo lo deseo igual, porque lo mio es mio y también mio es lo de los demás. Soy vicioso, jugador y mujeriego; soy peor que lo peor y no lo niego.
Siempre tuve un defecto: No se decir que no y pasadas las cuatro mi cara era un error. Entrencado, como un idiota, fui con el moño en la cabeza, buscando en esas tetas el calor para poder sobrevivir. A la agonía de la noche, a la desdicha de sentirme, un mercenario del alcohol. De alejarme entre los gritos y los tragos, otra vez solo y un perdedor. Salimos de aquella histeria, hacia otro lugar, huyendo de los colmillos de la soledad. Regalado, ofrecí el sabor de aquellos que en albergue se hacen tibios y no llegan al orgasmo ganador, que ganador. Fue ahí que comprobé que siempre puede haber algo peor. Fue así que comprobé que la angustia es prima de la desesperación. Y que a veces, tal vez, estar solo es mejor. Y que al cielo, no se llega nunca de a dos. Me quede dormido y con ganas de mear, no existe peor remedio que la enfermedad. Firma el turno, lo molesto señor, a este animal nocturno la mañana lo encontró al huir, sin hígado, sin techo y sin amor.